Corcega, Francia
“El sol le hizo tanto el amor al mar que acabaron engendrando Córcega“
———————–Saint-Exupéry
Durante años soñé con viajar a conocer la tierra de la que emigró uno de mis bisabuelos. Cuando finalmente viaje a Córcega en busca de esas raíces terminé entendiendo porqué la llaman “La Isla de la Belleza”.

Aunque hoy la isla mediterránea de Córcega es un territorio de Francia, a través de los siglos esta codiciada chica fue conquistada por griegos, romanos, aragoneses y genoveses. Todos estos ingredientes han dejado una fascinante huella en sus habitantes y cultura.

Pero es su cruda y salvaje belleza la que te hechiza desde que pones un pie en tierra. Viajas allí y comprendes porqué los antiguos la deseaban, y porqué hoy es escondite favorito de ricos y famosos.

Tan pronto aterrizamos en Bastia viajamos hasta el pueblo costero de Pietracorbara, lugar donde había nacido mi bisabuelo.

Luego de varias averiguaciones pude visitar la casa donde nació mi Renuccio, y hasta el panteón donde está enterrado su padre, Giovan Antonio.



Visité además el Puerto de Bastia o el Vieux Port, y lo imaginé allí cargado de sueños, despidiéndose de la familia y abordando una balandra que lo llevaría a Marsella, para luego partir hacia Puerto Rico.

Segura que mis ancestros hubieran querido que conociera su tierra antes de partir, decidí irme a recorrer esta recondita isla, que a pesar de sus miles de años y numerosas invasiones (fenicios, bizantinos, vándalos y godos) permanece casi virgen. Primera parada, Calvi.

Se dice que fue en este pueblo de hermosas vistas donde nació Cristóbal Colón. ¿Colón era genovés? Córcega le pertenecía a Génova, así que quién sabe. Aquí lo celebran con todo y monumento.

Desde Calvi viaje hasta la medieval Bonifacio, en la costa sur de la isla. Bonifacio es una espectacular ciudadela construida sobre un imponente acantilado.

Tomando un bote pude hacer un recorrido por las hermosas calas donde los bañista acuden en busca de una playa desierta. En esta zona abundan las cuevas y grutas marinas como Grotte du Sdragonato o Gruta del Dragón, que tiene una claraboya natural (con forma curiosamente parecida al mapa de Corcega) que alumbra sus cristalinas aguas. ¡Impresionante!

La gastronomía corsa es deliciosa, y aunque su especialidad es la charcutería y los platos productos de la caza, como la del jabalí, los de frutos del mar son una maravilla.

¿Mencioné que sus cervezas hechas de castañas son ligeras y deliciosas? ¡A salute!

Lo cierto fue que Córcega tenía muchos más encantos de los que imaginé y mi agenda se quedó extremadamente corta. Córcega merece la pena regresar.
OTRAS RAZONES PARA REGRESAR A CORCEGA
Playa Palombaggia
Debe ser difícil escoger entre tantas hermosas playas, pero corsos y turistas coinciden en que Palombaggia es la más bella entre las bellas.

Corte
Ubicada en una región de montañas, lagos, ríos y bosques, Corte representa el corazón de la auténtica Córcega. Su imponente ciudadela, llamada “El Nido de Águila”, reina sobre un gigante promontorio rocoso desde donde se puede disfrutar de hermosas vistas del valle.

Restonica
Entre peñascos y bosques están las Gargantas de Restonica, un río donde los bañistas se refrescan antes o después de hacer senderismo entre las montañas de la zona.

Islas Lavezzi
Estas deshabitadas islas (menos donde tiene su lujoso escondite Carolina de Mónaco e iguales) atraen a visitantes en busca de solitarias y paradisíacas playas.

Calanques de Piana y la Reserva de Scandola
Estos espectaculares lugares ha sido reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y merecen una visita, sea por mar o tierra.

Es fácil entender porqué hace miles de años los griegos la bautizaron Kallisté (la más sublime), y luego los franceses “Ilie de Beauté” (Isla de la Belleza). Lo más impresionante es cómo siglos después, esta joya mediterránea sigue conservando su reinado ¿Olvidé decirte que Napoleón nació en Córcega? El emperador no me lo perdonaría. Recuerda visitar su museo en Ajaccio, su ciudad natal.